martes, 14 de septiembre de 2010

Derechos y Deberes...

En la época de los “Derechos” nos olvidamos de los “Deberes”

El título de lo que hoy quiero compartir se basa en una larga auto-reflexión. En todos los medios de comunicación se nos habla de “Derechos”: defenderlos, hacerlos valer, reconocerlos… Con tanta insistencia se nos ha transmitido esto que se hizo parte del vocabulario común de la gente: “no hay derecho!!!” “es mi derecho” “¿por qué no esto, acaso no es mi derecho?”. Se instaló de tal manera esta “categoría de pensamiento” (al mejor estilo Kant) que nos justificamos a nosotros mismos invocando (o inventando???) algún derecho, aunque el mismo sea “desconocido” pero que suena bien y puede convertirse en popular rápidamente (al mejor estilo Kant): ejemplo, hacer del aborto un “derecho”; algo en lo que estoy TOTALMENTE en desacuerdo.

Es sin duda un triunfo que hoy tengamos tanta conciencia de la importancia que tienen las leyes que favorezcan los Derechos Humanos. Pero desde su “Declaración Universal” en 1948, comentaba un especialista español, apenas si se ha aplicado un pequeño porcentaje; es todavía una utopía pensar en la efectiva aplicación de los mismos, ya que a la vez que intentamos aplicarlos algunos sectores y/o grupos Sociales (ejemplo: “Economicistas y Capitalistas”) reclamarían de inmediato sus “derechos”, como si quisiéramos exigir más personal humano en Empresas en vez de maquinaria automatizada. Sabemos de las injusticias que comete el Capitalismo Salvaje con su despiadada “competencia” (así lo mostraba Juan Pablo II en 1991 con la Encíclica Centessimus Annus). ¿Por qué ha sucedido esto?
Se pueden ensayar varias hipótesis para responder esta cuestión. Por ejemplo, podemos decir junto a Juan Pablo II que “el eclipse de Dios es el eclipse del hombre”: hoy en día queremos sacar a Dios a toda costa de la vida social como si Él fuera culpable de todos los errores humanos; queremos dejarlo en un cajón, hasta lo hacemos desaparecer incluso de la vida privada y de la propia conciencia. Pero negar a Alguien no significa que dejó de existir, sólo significa que lo ignoramos y pronto, cuando las cosas no salen como nosotros queremos, empezamos a invocarlo aunque sea para echarle en cara lo mal que nos va o decirle “si existieras no pasaría esto”. Si sacamos a Dios de nuestra vida desaparece el sustento último de los Derechos Humanos: éstos quedan en las frágiles manos humanas, capaces de actos heroicos como de perversiones inimaginables.
Pero hay una cosa más. La conciencia de los “Derechos” y un concepto inadecuado de “Libertad” (derechos y libertad retroalimentados) han creado un nuevo tipo de VIRUS (algo invisible a los ojos) que actúa silenciosamente de manera tal que vemos solamente sus devastadores efectos: el virus “S-XXI-NODEBER”.

Sí sí, es el virus que mata la conciencia del hombre y sus primeros síntomas tienen algunos patrones comunes:

• Creer que uno siempre tiene la razón en todo (el virus entró).

• Malestar general cuando alguien me manda: nadie puede decirme qué debo hacer (el virus creció).

• Temblores, hipertensión y fiebre si ese alguien me dice que estoy equivocado y debo cambiar (el virus se multiplica).

• Delirio de persecución: creer que «Yo» soy el centro, de manera tal que todo lo que se diga, hable y cambie es “por mí y/o en mi contra”; nos hace siempre “víctimas” con la consecuente pérdida de la capacidad de auto-corrección (el virus está cumpliendo su ciclo).

• Esta enfermedad puede hacer crónica al llamar a un abogado (el virus repite su ciclo).

Dejando de lado la ironía, se nota en nuestro Siglo una gran pérdida del sentido que tiene el DEBER. Es más, la misma palabra parece inadecuada, pues se dice “deber” y se entiende en términos económicos: “yo cumplí porque no «debo» nada a nadie, así que no molesten…” “yo soy bueno, no le debo nada a nadie, para qué ir a Misa? Ya cumplí con Dios” ¡Dejamos nuestra conciencia tranquila solamente por saldar con unos cuantos pesos nuestras deudas, como si ahí terminara todo lo humano!
Hoy dejamos de lado el sentido verdadero del DEBER y por eso la estructura de los “Derechos” termina derrumbándose: los DERECHOS se fundamentan en los DEBERES y es el cumplimiento de los DEBERES lo que legitima exigir un DERECHO y reclamar por él. El DEBER sustenta el DERECHO y lo hace «válido». La conciencia del DEBER (vamos a entender Deber Moral) es uno de los datos primarios y los cimientos de nuestra conducta y personalidad. El hombre es el único que toma conciencia que necesita cumplir con un deber para que su vida adquiera sentido: todo hombre está llamado (= deber moral) a ser feliz y desarrollar sus capacidades y su vocación (y de allí nacen sus derechos). Por otro lado también es cierto que de no cumplir mis deberes, tampoco es moralmente correcto exigir derechos. Recordemos el relato del Génesis, lo primero que hace Dios con el hombre es darle un mandato a cumplir y con esto no estaba alienándolo, estaba protegiéndolo. El hombre necesita saber qué DEBE hacer en su vida y con su vida (Mc 10, 17-22) y lo necesita porque el ser humano no es autosuficiente (el único y eterno drama del hombre, origen de todos sus males, es haber pretendido siempre querer ser «Dios») y no tiene en sí mismo la razón de su existencia: necesita de otros y el Otro (verdadero sentido de la sociedad).
Dos puntos se cruzan: falta de DIOS y falta de DEBER. Así lo había observado Sartre (filósofo existencialista y ateo del siglo XX): “es una lástima que no exista un dios, porque sin él no hay nadie que defina lo Bueno y, del hombre, no queda nada más que la conciencia vacía que se inventa a sí misma, sin guía ni rumbo, sin nadie que le dé sentido. Ahí está el absurdo de la vida humana: estamos condenados a ser libres” (El existencialismo es un humanismo).
Qué antihumana es esta generación: la tan ansiada libertad es su propia condena, conclusión lógica y triste de un mundo Ateo. Ya Nietzsche (filósofo Alemán, Vitalista y Ateo del siglo XIX) lo había vislumbrado al declarar que “Dios ha muerto” y Dostoievski sacó sus conclusiones: “si Dios no existe todo está permitido, el mundo será una locura”.
Sin embargo podemos salir de esta encrucijada, como comunidad, juntos, dándonos cuenta de cómo vienen barajadas las cartas. Ahí está Dios, fundamento eterno de todo lo que existe, el ignorado, en nuestra conciencia moral, guiándonos en el cumplimiento diario de nuestro deber de estado. Estamos a tiempo de revisar nuestra conciencia, de hacer un buen examen interior para observar la “balanza del deber cumplido”. Allí se ponen los fundamentos que sostienen cualquier obra humana si la queremos ver crecer en el futuro.-
Marcos Bortolozzi