El
mate y la vida
Esta
mañana me levanté, como de costumbre, poniendo una pava de agua a calentar. Este
acto es el primero que cada mañana realizo, luego de la señal de la cruz y las
primeras pilchas y forman parte un ritual que podría llamarlo “empezando bien
mi día”. Y es así: empiezo mi día preparando unos mates, algo tan rutinario
como hermoso, que favorece mi buen humor y empezar el día con una pausa, relajado,
contemplando en cada sebada y en cada sorbo algo así como un “misterio”,
contemplando cada mate como si fuera el primero y/o el último de mi vida,
gustando su sabor sin ningún apuro, como si fuera lo único que tendría que
hacer. Confieso que los días en los que no me levanto temprano y no realizo
este “ritual”, son días que empiezo “torcido” o de mal humor, pues lo empiezo
apurado y agitado, al ritmo que juega este siglo. Son días en los que parece
“que algo le falta”. Andar así por la vida, en constante agitación, le hace
perder sentido a tiempo. Viendo todo lo que puedo sacar de una simple “cebada”,
hoy quiero escribir, plasmar por escrito, lo que me puse a meditar: “el mate es
como la vida”, me dije interiormente. ¿Cómo puede ser esto así?
El
mate es como la vida: necesita cuidado y preparación; armonía y punto justo:
necesita una mirada atenta. Si no se hace apurado se hace mejor y se lo
disfruta mejor. Nada más parecido a la vida que esto. A veces amargo, puede
tornarse dulce… a veces una yerba poco gustosa o húmeda, o el agua muy caliente
o poco… pero en todos los casos, depende de uno mismo dar vuelta esa realidad:
si uno quiere, sin importar los elementos, el mate puede salir bien rico: de
uno mismo depende el gusto final del mate, siempre el ingenio agrega algo para
que tenga el mejor sabor; pero uno tiene que trabajar y poner su empeño en esto
sino, todo que igual. ¿No es así con las cosas que nos presenta la vida? No
tiene por qué ser rutinario todos los días: al mate cada uno puede
“condimentarlo” a su gusto, como la vida misma toma su rumbo y sus colores cada
día… depende de uno cómo cebarlo o con quién compartirlo: tal vez sea más
sabroso compartirlo con un amigo que hace mucho no visito, o haciendo algo que
me gusta mucho pero que el ritmo de la vida me lo hizo olvidar un poco… son
algunos ejemplos. Esto es vida.
También
preparar un mate conlleva un “ritual”, como la vida misma que necesita de
rituales para tener significado. ¿No se pusieron a pensar que las personas
necesitamos “rituales”? No hablo de ellos en sentido estrictamente religioso.
Vivimos con ritos: la Santa Misa con una oración más profunda los domingos; las
comidas en familia el “finde”; salir a pescar un fin de semana largo con
aquellos amigos que poco veo, con el solo objetivo de reencontrarnos a nosotros
mismos y a los demás. Esperamos alguna fiesta para algún encuentro esperado;
algunos programan todo para no perderse “la fiesta de disfraces” o los partidos
de su equipo preferido. Preparase para ir a la cancha en todo un ritual:
preparo camiseta, bandera y gorro, las canciones… y todo lo demás no importa. Es más, cumplir ese ritual
me “llena el alma”, me hace olvidar lo triste que pude pasar la semana o las
complicaciones de la venidera y no es que quiera escapar de esa realidad, sino
que me otorga un ánimo distinto para enfretar esas situaciones. Eso es lo que
cuenta.
Hay
veces que al cebar el último “amarguito” tomo conciencia de que estaba
saboreando unos ricos “verdes” y ahora ya se terminan… Nada más parecido a la
vida misma: a veces nos damos cuenta del valor que tiene algo o alguien en el
momento que ya no está. Pero depende de uno mismo que eso pase, hay que estar
alerta, hay que estar conciente de esto para que no ocurra.
Por
último, lo más importante: el mate se disfruta más compartiendo. ¿No es así la
vida misma? Todo se disfruta más compartiendo, hay que hacer la prueba nomás.
“No es bueno que el hombre esté solo” enseña la Escritura Santa. El gran mal de
este siglo en el que vivimos consiste en quedar aislados, individualizdos,
egoístas, tan encerrados en nosotros mismos que no somos capaces ya de ver la
realidad, lo cotidiano, incluso nos hacemos incapaces de llegar a Dios y eso
que es Él quien mora en lo profundo del corazón. Pero claro, el Ego me quiere
hacer ver que tengo cosas más urgentes o importantes para hacer ahora que
pensar en estas cosas. ¡Que trsite realidad! Dejamos de lado lo que vale una
eternidad por algo que dentro de un tiempo no existirá más.
El
mate rompe el hielo para iniciar una conversasión o recomponerla… un buen mate
sirve para acercar y unir. Es una meta que tenemos como humanos: el estar en
compañía fraternal con otros o recomponer relaciones. La unidad es algo vital
para la vida misma. En Filosofía estudiaba que “la unidad es un trascendental
del ser; por lo que sin Unidad no hay Ser”. Ahora comprendo el valor de esas
palabras que parecían abstractas: sin unidad, ningún proyecto humano llega a
buen puerto. Hay que apostar por la “unidad en el Amor”, que derribe
diferencias a veces prejuiciosas, como enseñaba san Pablo.
¡Cuántas
cosas bellas que se pueden sacar a partir de cebar unos mates! ¿Se animan
ustees, amigos míos, a continuar sacando cosas bellas de sus “mateadas” o de
sus cosas cotidianas? Sería lindo completar esta reflexión con sus aportes.
¡Desde ya muchas gracias por compartir!
Gracias por leer
estas líneas que, como un buen mate, quise compartir con ustedes. Compartirla
con muchos le da más sabor.
Marcos
A. Bortolozzi
20
/07/ 2010
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