viernes, 11 de mayo de 2012

El Mate y la Vida


El mate y la vida
Esta mañana me levanté, como de costumbre, poniendo una pava de agua a calentar. Este acto es el primero que cada mañana realizo, luego de la señal de la cruz y las primeras pilchas y forman parte un ritual que podría llamarlo “empezando bien mi día”. Y es así: empiezo mi día preparando unos mates, algo tan rutinario como hermoso, que favorece mi buen humor y empezar el día con una pausa, relajado, contemplando en cada sebada y en cada sorbo algo así como un “misterio”, contemplando cada mate como si fuera el primero y/o el último de mi vida, gustando su sabor sin ningún apuro, como si fuera lo único que tendría que hacer. Confieso que los días en los que no me levanto temprano y no realizo este “ritual”, son días que empiezo “torcido” o de mal humor, pues lo empiezo apurado y agitado, al ritmo que juega este siglo. Son días en los que parece “que algo le falta”. Andar así por la vida, en constante agitación, le hace perder sentido a tiempo. Viendo todo lo que puedo sacar de una simple “cebada”, hoy quiero escribir, plasmar por escrito, lo que me puse a meditar: “el mate es como la vida”, me dije interiormente. ¿Cómo puede ser esto así?
El mate es como la vida: necesita cuidado y preparación; armonía y punto justo: necesita una mirada atenta. Si no se hace apurado se hace mejor y se lo disfruta mejor. Nada más parecido a la vida que esto. A veces amargo, puede tornarse dulce… a veces una yerba poco gustosa o húmeda, o el agua muy caliente o poco… pero en todos los casos, depende de uno mismo dar vuelta esa realidad: si uno quiere, sin importar los elementos, el mate puede salir bien rico: de uno mismo depende el gusto final del mate, siempre el ingenio agrega algo para que tenga el mejor sabor; pero uno tiene que trabajar y poner su empeño en esto sino, todo que igual. ¿No es así con las cosas que nos presenta la vida? No tiene por qué ser rutinario todos los días: al mate cada uno puede “condimentarlo” a su gusto, como la vida misma toma su rumbo y sus colores cada día… depende de uno cómo cebarlo o con quién compartirlo: tal vez sea más sabroso compartirlo con un amigo que hace mucho no visito, o haciendo algo que me gusta mucho pero que el ritmo de la vida me lo hizo olvidar un poco… son algunos ejemplos. Esto es vida.
También preparar un mate conlleva un “ritual”, como la vida misma que necesita de rituales para tener significado. ¿No se pusieron a pensar que las personas necesitamos “rituales”? No hablo de ellos en sentido estrictamente religioso. Vivimos con ritos: la Santa Misa con una oración más profunda los domingos; las comidas en familia el “finde”; salir a pescar un fin de semana largo con aquellos amigos que poco veo, con el solo objetivo de reencontrarnos a nosotros mismos y a los demás. Esperamos alguna fiesta para algún encuentro esperado; algunos programan todo para no perderse “la fiesta de disfraces” o los partidos de su equipo preferido. Preparase para ir a la cancha en todo un ritual: preparo camiseta, bandera y gorro, las canciones… y todo lo  demás no importa. Es más, cumplir ese ritual me “llena el alma”, me hace olvidar lo triste que pude pasar la semana o las complicaciones de la venidera y no es que quiera escapar de esa realidad, sino que me otorga un ánimo distinto para enfretar esas situaciones. Eso es lo que cuenta.
Hay veces que al cebar el último “amarguito” tomo conciencia de que estaba saboreando unos ricos “verdes” y ahora ya se terminan… Nada más parecido a la vida misma: a veces nos damos cuenta del valor que tiene algo o alguien en el momento que ya no está. Pero depende de uno mismo que eso pase, hay que estar alerta, hay que estar conciente de esto para que no ocurra.
Por último, lo más importante: el mate se disfruta más compartiendo. ¿No es así la vida misma? Todo se disfruta más compartiendo, hay que hacer la prueba nomás. “No es bueno que el hombre esté solo” enseña la Escritura Santa. El gran mal de este siglo en el que vivimos consiste en quedar aislados, individualizdos, egoístas, tan encerrados en nosotros mismos que no somos capaces ya de ver la realidad, lo cotidiano, incluso nos hacemos incapaces de llegar a Dios y eso que es Él quien mora en lo profundo del corazón. Pero claro, el Ego me quiere hacer ver que tengo cosas más urgentes o importantes para hacer ahora que pensar en estas cosas. ¡Que trsite realidad! Dejamos de lado lo que vale una eternidad por algo que dentro de un tiempo no existirá más.
El mate rompe el hielo para iniciar una conversasión o recomponerla… un buen mate sirve para acercar y unir. Es una meta que tenemos como humanos: el estar en compañía fraternal con otros o recomponer relaciones. La unidad es algo vital para la vida misma. En Filosofía estudiaba que “la unidad es un trascendental del ser; por lo que sin Unidad no hay Ser”. Ahora comprendo el valor de esas palabras que parecían abstractas: sin unidad, ningún proyecto humano llega a buen puerto. Hay que apostar por la “unidad en el Amor”, que derribe diferencias a veces prejuiciosas, como enseñaba san Pablo.
¡Cuántas cosas bellas que se pueden sacar a partir de cebar unos mates! ¿Se animan ustees, amigos míos, a continuar sacando cosas bellas de sus “mateadas” o de sus cosas cotidianas? Sería lindo completar esta reflexión con sus aportes. ¡Desde ya muchas gracias por compartir!
Gracias por leer estas líneas que, como un buen mate, quise compartir con ustedes. Compartirla con muchos le da más sabor.


Marcos A. Bortolozzi
20 /07/ 2010

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