domingo, 17 de marzo de 2024

El solipsismo moral del siglo XXI.

Hace un tiempo, recorriendo las calles y avenidas de Paraná caminando, medité sobre la conducta humana. Además de lo que veía en el tránsito, en las interacciones de la gente, en las relaciones humanas del trabajo y la escuela, en las noticias que día a día se publicaban, pensé en ponerle título a este artículo: solipsismo moral...

Cabe aclarar primero, que el solipsismo es un concepto filosófico: es una forma radical de idealismo subjetivo que niega la existencia del mundo objetivo y de los otros seres humanos; “solipsismo” se compone del latín “solus” (solo) e “ipse” (mismo), viniendo a significar “solo uno mismo”. Básicamente, vos, lector, no existís... solo eres la proyección de mi consciencia.

Por más absurda que parezca al sentido común, fue una corriente filosófica que, si bien quedó atrás en la teoría, hoy la veo absolutamente viva en la práctica, casi como norma ética/moral. 

Cuando contemplo a la gente actuar, decidir y hablar sobre principios de acción, no puedo dejar de concluir en esto: son solipsistas. Esto no significa que sean egoístas, no no no... el egoísta por lo menos sabe que hay otros que, de una forma u otra, deberían "estar a su servicio"; el egoísta debe saber que al otro hay que hacerlo su servidor. 

Por otra parte el solipsista no se da cuenta que hay otros, es más, los niega. No los considera, los anula... y cuando no puede anularlos busca aniquilarlos (literalmente, reducir a la nada, aunque sea desde lo psicológico). El otro ni siquiera puede "servir", ni opinar, ni mucho menos tener la razón. Termina siendo esto una forma de egoísmo absoluta que deja al ser humano, literalmente, solo...

Los ejemplos se multiplican, porque esta sociedad que veo, en el día a día, vive así. Todos quieren llegar primero, cruzar el semáforo primero, todos quieren tener la excusa perfecta para no hacerse responsables del mal y el daño cometido. Parece profética la frase de Nietzsche... pero el solipsista cree estar "más allá del bien y del mal". Ese "YO SOLIPSISTA" piensa que es la única razón, la única verdad y el único criterio moral que me ayuda a entender lo bueno y lo malo. Piensa que es el único que puede sacar ventaja, el único que debe ganar... es casi como una caracterización del "súper hombre", que para triunfar debe pisar al otro (tal como relata el Zaratustra de Nietzsche). ¿Qué espacio deje esta forma de vida para la solidaridad, el diálogo (en su sentido más profundo) y sobre todo, para el amor?

No es fácil sacar la conclusión final: esta manera de obrar nos lleva "a la nada" como sociedad, incapaz de valorar, incapaz de hacer justicia. De nada sirven las "leyes" si solo pensamos que "valgo yo" y por ende busco todas las excusas para evadirlas, incluso con la absurda frase "quién sos vos para decirme que hice algo malo", como si el simple hecho de ser humanos, personas, seres conscientes por naturaleza, no fuera motivo suficiente para que, desde una sana humildad, ampliemos nuestras perspectivas...

El solipsismo moral corrompe día a día, como un virus... y la vacuna para contrarrestarlo está en nosotros... 

        Autor: Marcos Alberto Bortolozzi.



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